El PRI y su ceguera a modo
Por J. Enrique Olivera Arce
Dicen
por ahí que no hay peor ciego que el que no quiere ver. También se dice que
ojos que no ven, corazón que no siente. Sabias consejas populares que le quedan
como anillo al dedo al inefable partido tricolor que, ahora con la nueva cara
que le imprimen generaciones recién llegadas, ni quiere ver ni quiere sentir lo
que a su alrededor pasa en un México cuya crisis actual deviene, sin lugar a
dudas, del Ancian Regime bajo la
conducción hegemónica del PRI.
Sólo
así se explica el que en una manifestación más de simulación y descaro, el
presidente nacional del PRI afirme que en México “no existe distanciamiento
entre partidos políticos y sociedad civil”. Ignorando o pretendiendo ignorar el
Sr. Cesar Camacho Quiroz, el divorcio entre las llamadas clase política y
sociedad civil más que evidente en la actual crisis que vive el Estado
mexicano.
Vulnerado
el estado de derecho, deteriorado el tejido social, comprometido el territorio
nacional y políticamente viviéndose en una democracia representativa simulada,
de la que devienen instituciones republicanas carentes de credibilidad y
confianza, México vive un presente ominoso en el que la realidad ya no se puede
tapar con un dedo.
Pero
el Sr. Camacho no es el único, ni único el partido político que ni ve ni
escucha. Salvo contadas y muy respetables excepciones, tapándose con la misma
cobija políticos y partidos padecen de ceguera crónica conscientemente inducida;
no quieren ver ni sentir que se les mueve el piso. Es por ello que antes que
reconocer una crisis de Estado que requiere de cirugía mayor, tratan de vender
la idea de que lo que se vive son baches locales de eficiencia y eficacia en
materia de administración de seguridad y justicia, ante los embates de una
delincuencia organizada desbordada de manera focalizada a lo más en dos o tres
entidades federativas.
De
esta ceguera se hace eco no poca prensa, y en primer término el duopolio televisivo, poniendo el énfasis
en la arista policiaca de un fenómeno social que pone al desnudo la colusión
entre servidores públicos y delincuencia que la sociedad no debe tolerar;
castigo exigen para los autores
intelectuales y materiales del crimen de Iguala, restringiendo su exigencia al ámbito
penal y. de paso, a la descalificación política del cadáver insepulto conocido
como PRD. Hasta ahí.
Los
verdaderos culpables, impunes fraguan el
guión de una telenovela para el consumo popular en la que de antemano, sin mediar
juicio legal alguno, en la picota el ex servidor público y la esposa están
mediáticamente condenados. Sacrificándose lo sustantivo en pro de lo accesorio
para manipular y desviar la atención entre el respetable.
Sólo
que nuestra llamada clase política no contaba con la astucia perspicaz en los
tendidos. Los que si ven, si escuchan y sienten en carne propia la gravedad del
desaguisado, alzan la voz y señalan lo que su intuición y los hechos les dictan: el culpable es el Estado.
Luego
la afirmación del Sr. Camacho Quiroz, lejos de abonar en favor del PRI y del régimen político vigente, se le
revierte ante una población indignada que expresa su hartazgo en la calle; el
costo de esta ceguera a modo, quizá no se refleje en las urnas en la justa
electoral del 2015, pesa más la inercia de hábitos y costumbres, pero la
llamada sociedad civil haciendo camino al andar en su momento cobrará factura.
Por
lo pronto, “que se vayan todos” es consigna y reivindicación popular que como
la humedad, va penetrando hasta el último rincón en el imaginario colectivo. El
régimen político está quebrado, sobrepasa su fecha de caducidad y sólo la
ceguera impide a la llamada clase política observar que su supervivencia está
en juego; o, posiblemente, siendo
consciente de ello el Sr. Camacho trata de prolongar la agonía, pretendiendo convencer que los ciegos son
otros, los que no quieren ver ni sentir que el México del Siglo XXI nace con
Peña Nieto y el retorno de un PRI que nunca se ha ido.
Hojas que se
lleva el viento
Dejemos
a las buenas conciencias el disfrutar en paz de los Juegos Centroamericanos y
del Caribe. Bien merecido lo tienen al dejar hacer dejar pasar en torno a la
sede de una justa deportiva que naciendo contrahecha bajo las instancias de Fidel Herrera, no pudo enderezar
sus ramas bajo la conducción del Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa.
Cómo
afirmara la hijastra del Sr. Peña, se está para disfrutar no para hablar de Ayotzinapa; las
buenas conciencias así lo entienden y ejercerán su derecho a la recreación y el
jolgorio. Y que bueno, con su participación y la torta bajo el brazo, no
quedará en entredicho calidez y buen nombre de los veracruzanos.
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